viernes, 17 de enero de 2014

EL PERIPLO DEL VENCEJO AUGUSTO

Por José Luis Mazón. 2 de Enero de 2014.

El cinco de agosto, que era un lunes caluroso, en el portal  del edificio donde trabajo vi un vencejo joven en el suelo  que daba señales de acabar  de caerse desde el tejado del quinto, a unos 18 metros de altura. Parecía estar muy mal y en las últimas, así que lo recogí para darle agua y reposo en un lugar tranquilo.
Era el tercer vencejo que recogía en el mismo lugar en distintos veranos. Por el primero descubrí quienes son los vencejos y sus peculiaridades, son los pájaros más aéreos que existen, se ha comprobado que hacen el vuelo desde Africa sin escalas, entre cinco y siete mil kilómetros sin posarse, o más pues los hay que llegan a Moscú y más arriba, un pajarillo que pesa entre 30 y 40 gramos y que se alimenta pura y exclusivamente de lo que le da el aire, insectos, es capaz de tales proezas.
Bautizamos al nuevo vencejo por el mes de su hallazgo. Agosto, que pronto se tornó en Augusto, aquel emperador romano con cuyo nombre se denominó   el octavo mes del año. Augusto, el vencejo, con los cuidados y atenciones fue remontando su mal y recuperándose; daba muestras de ser muy sociable, incluso contestaba a los silbidos de su cuidador con sus propios sonidos, cosa por mí nunca antes vista. Atender a un vencejo caído exige una dedicación intensa, cinco o seis comidas al día de grillos y tenebrios y a mano, ya que el vencejo no recoge, como el gorrión y otros, la comida del suelo o de un comedero. Pero la Madre Naturaleza les ha dado a los vencejos un extraño don mágico que hace que el cuidador haga a gusto el trabajo de alimentarle y demás atenciones; el vencejo paga su hospedaje infundiendo paz a su cuidador, porque irradian calma, la calma de los vencejos. Así que los tres vencejos que he cuidado no se me han hecho pesados, ah y he aprendido mucho de su estilo de vida y de sus secretos vencejiles, pues por vericuetos desusados he captado que perciben nuestro mundo de otro modo como si fuera otro mundo muy distinto al nuestro, mucho más complejo, más sutil, con mas información e interacción.
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Las veterinarias del centro de recuperación de fauna, ayudaron a su cuidado pues supervisaban el estado médico de Augusto atendiéndole cada semana que pasaba la revisión. Había indicios de que la caída pudo causar una lesión, ya que tenía dificultades para hacer girar la cola y muy poca fuerza en las patas.
Llegó el tiempo de la soltura, se alcanzaron las seis semanas de edad, se le fueron los caños de las plumas, el vencejo entonces deja de comer y se prepara presto para volar. Cuando saltan del nido, toman directo las de Villadiego, en este caso, el rumbo al verano del Sur, Africa, desde el nacimiento portan un exacto GPS que les indica la dirección certera y ya no tienen más tratos con sus papás o hermanos, que se sepa. Se despiden a la sueca y nadie se enfada por ello, es la ética de los vencejos.
Para el despegue fue llevado  Augusto a un campo despejado en Gebas, pues si sucedía que se caía, fuese hallado. Voló unos cientos de metros en semicírculo y cayó. No estaba aun preparado. Una semana después se hizo el segundo intento. Voló algo más y cayó, pero esta vez en la maleza y cuatro horas de insolación y la intervención de un equipo de rescate de tres personas costó el hallarlo, estaba bajo una planta y fue la vista de águila de Marisa, la última incorporada al grupo, la que dio con el vencejo perdido.
Me puse en contacto con la clínica de vencejos de Frankfurt, un centro sin par en el mundo (http://www.mauersegler.com/intro.html?&L=5) cuya alma mater es una veterinaria, presidenta ella de la Asociación Alemana de Defensa de los Vencejos, Christiane Haupt, todo un personaje que me recuerda en el campo de los vencejos a la protagonista de “Gorilas en la niebla”. Claudia Lerbs, la secretaria de la asociación y encargada del contacto en habla hispana, hizo las gestiones para que Augusto fuera ingresado en el hospital de vencejos de Frankfurt.
El viernes 20 de septiembre muy temprano salió Augusto desde Madrid escondido en una caja dentro de una bolsa y todo él polizonte, que yo llevaba en mi hombro y hacia medio día ya estábamos los dos en Frankfurt, en la calle Buchenstrasse, o  calle del libro, sede del centro. Ese era el día 46 de nuestra convivencia. Cuando llegó la veterinaria rápidamente se lo puso junto al cuello y comenzó a hablar con él emitiendo sonidos, el vencejo contestaba a sus saludos dando señales de alegría. Augusto quedaba en excelentes manos.
Existen vencejos comunes, pálidos y reales o alpinos. En la clínica tenían más de 100 y Augusto fue el primer vencejo pálido del año, emitía unos sonidos que no eran propio de los comunes pues físicamente no se aprecian las diferencias, como saber si un vencejo es macho o hembra el vencejo, es tarea imposible.
Augusto hizo buenos amigos vencejos en la clínica, la amistad de los vencejos que comparten habitación no tienen parangón con la humana. Es una especie de amor platónico del que se dan incesantes muestras, pero cada uno tiene su carácter y a veces no congenian del todo, solo se soportan. Se ganó los afectos de la jefa, que lo tenía en una caja-habitáculo a su lado bajo permanente vigilancia “Augusto es un vencejo muy especial” me dijo.
El 19 de noviembre, a los dos meses de llevarle, le hice mi primera visita a Augusto y nos dimos un baño de santuario de vencejos, estando buena parte de la mañana entrenando  a vencejos hospitalizados en la sala de vuelos. Allí ves que los vencejos son maestros del empeño, algunos, sin apenas plumas en la alas tan pronto se ven libres en el suelo para volar hacen esfuerzos descomunales porque esas plumas crezcan a base de intentar el vuelo, tienen un espíritu de sacrificio increíble, son pájaros olímpicos del espíritu. Para cualquier persona sensitiva entrar en contacto con ellos es una experiencia que marca positivamente.
El 23 de diciembre escribí a Claudia preguntando por Augusto, me preocupa su situación, que la lesión medular que no le impedía volar si le impedía que el vuelo fuera suficiente para emigrar. Le dije que de todos modos los vencejos eligen cuando quieren morir si ven que la vida ya no merece la pena vivirla. Al día siguiente por la mañana Claudia me contestaba que Augusto se había puesto mal la tarde del 23 y que la mañana del 24 había empeorado, tenía la respiración agitada, no abría los ojos, parecía estar sufriendo y Christiane, la veterinaria y ahora su mamá humana, decidió dormirle para siempre, con todo el dolor de su corazón ya que le había cogido gran afecto. Augusto era muy amigo de Julius, un vencejo venido de Austria, eran una pareja inseparable, cuando estaba dormido para siempre y como no se movía su amigo Julius le extendía el ala colocándosela encima. La mañana del 24, la fiesta del Sol Naciente de los antiguos, fue para Augusto el “gran dia”, se liberó de las pesadas ataduras de la vida, pasando a engrosar el censo de otro universo donde los vencejos vuelan sin necesidad de alas y donde no existe el suelo ni hay que destruir otras vidas para alimentar la propia. Su herencia espiritual fue repartida en misteriosos lotes. Inspiró una Carta Magna de los Vencejos (http://www.mauersegler.com/196.html?&L=es) y aumentó el número de humanos amigos de los vencejos. Es decir, el vencejo Augusto cumplió totalmente su destino sirviendo a los de su especie y sensibilizando a los humanos.

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